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Gais en el Reino Unido: sangre y castidad

Hace un mes, la ministra de Sanidad del Reino Unido anunciaba en el Parlamento británico su intención de realizar cambios en la norma que prohíbe en ese país donar sangre a los hombres que mantienen relaciones sexuales con hombres. Anne Milton (titular de Sanidad del gobierno liberal-conservador del Reino Unido), aseguraba entonces que entendía la preocupación existente por la cuestión y que la norma actual es anticuada. Y tenía razón, la norma es anticuada y está basada en prejuicios ya superados.
Aunque aún no es oficial, la prensa británica ha desvelado ya la nueva normativa en la que trabaja el departamento dirigido por Milton: los gais podrán donar sangre, sí, pero siempre y cuando no hayan mantenido relaciones sexuales en los últimos diez años.
La noticia ha sido recibida con una mezcla de sorpresa y estupefacción por el colectivo homosexual británico. El Gobierno había prometido avances en una regla que considera discriminatoria, pero esos avances siguen estando basados en los prejuicios. ¿Cuántos gais podrán donar sangre con la nueva normativa? ¿Cuántos heterosexuales podrían hacerlo si estuvieran sometidos a una limitación similar? Muy pocos.

Lo más llamativo de la cuestión, es que el cambio de norma está basado en un informe del Consejo Asesor sobre la Seguridad en la Sangre y los Órganos del Reino Unido (SABTO) que desaconseja fijar para los gais una limitación para donar de cinco años sin relaciones sexuales porque, según sus datos, el riesgo de contaminación en la sangre donada se elevaría un 5%. Una conclusión que no sorprende teniendo en cuenta que este mismo organismo barajó prohibir donar sangre a quien hubiera mantenido relaciones sexuales con alguien que a su vez las hubiera mantenido con una persona procedente de países con altos índices de VIH. ¿Un trabalenguas? No, una estupidez contraria a toda evidencia científica.


En el Reino Unido, como en España, toda la sangre donada es sometida a controles para comprobar si está contaminada con algún virus como el VIH, la hepatitis o la sífilis. El mínimo riesgo existente se basa en que si el donante ha sido infectado recientemente, el virus podría no ser detectado por esos controles. Por ese motivo, las autoridades sanitarias prohíben donar durante un tiempo a quienes han mantenido algún tipo de conducta de riesgo, sea de carácter sexual o de otro tipo. En nuestro país, como en otros muchos, las limitaciones para donar sangre se basan en las conductas, no en criterios como la orientación sexual de los donantes. Y no se han producido contagios.

El sistema se basa en la confianza en la palabra del donante, sea cual sea su condición y en los controles. Y la confianza y los controles funcionan. Sin embargo, países como Estados Unidos, Canadá  y México siguen prohibiendo a los gais donar sangre y el Reino Unido apuesta ahora por condenar a los homosexuales a diez años de castidad si quieren ser solidarios. ¿Tiene sentido que un hombre que se haya acostado con una prostituta deba esperar un año para donar sangre y un hombre que se ha acostado con otro hombre diez? No lo parece.

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